viernes, 28 de noviembre de 2008

El mar Muerto se muere

Mar MuertoUn antiguo muelle (parte de las instalaciones de un hotel) cerca del Mar Muerto, en Israel, fiel reflejo de cómo la zona más baja del mundo, 440 metros por debajo del nivel del mar, se está secando y el nivel del agua está descendiendo contínuamente. Hace apenas veinte años, el agua situaba el hotel justo en la orilla del Mar Muerto como da muestra esta fotografía.

martes, 18 de noviembre de 2008

El ginseng, la raíz que lo cura todo

La hierba medicinal más ampliamente usada en Asia, si no en el mundo, es el ginseng. Los en apariencia ilimitados beneficios de esta raíz fueron registrados alrededor del año 2800 a. de C. en uno de los primeros catálogos de herbarios chinos. Desde entonces, el ginseng ha sido usado para tratar todas las dolencias conocidas por la humanidad. De hecho, mientras su nombre en chino significa "planta del hombre", porque sus raíces parecen a menudo tener forma humana, el nombre botánico del ginseng, Panax pseudoginseng, se traduce como "remedio para todo".
La versátil raíz puede ser puesta en infusión dentro de un té amargo, triturada en polvo o mascada tal cual. Cualquiera que sea la forma de administrarlo, se afirma que trata un sinfín de dolencias, como la diabetes, el asma, la anemia y la hipertensión. También se consume como afrodisíaco y como retardador de la vejez. De hecho, los propugnadores del ginseng declaran que es único en su capacidad de adaptarse a las necesidades del cuerpo humano. Así, se usa como tentempié durante el día y como inductor del sueño por la noche.
Los análisis científicos de esta planta se han visto complicados a causa de su compleja estructura química. La raíz contiene ingredientes farmacológicamente activos que pueden dar cuenta de sus supuestos efectos. No obstante, los científicos no se muestran plenamente convencidos de la eficacia del ginseng. Algunos citan casos de pacientes que sufren depresión, confusión o insomnio producidos por abuso de la planta.
El ginseng puede ser aún un misterio para los científicos occidentales, pero es un misterio familiar. La raíz ha sido conocida por los occidentales durante siglos. La conocían los indígenas del este de los Estados Unidos y Canadá y se ha comercializado con Extremo Oriente desde el año 1700. George Washington la mencionaba en su diario: "Atravesando las montañas (los Apalaches), encontré algunas personas con caballos que transportaban fardos con ginseng". Actualmente los granjeros norteamericanos suministran cada día decenas de miles de kilos a Asia.
Las raíces se valoran según diversos factores, como la variedad, la edad, el color y la forma -una forma humana de la raíz se considera más valiosa. Las raíces con formas particularmente exóticas han alcanzado un precio de mercado por encima de los 10.000 dólares la onza.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Kushti

Kushti

Un luchador de kushti preparando la tierra del ring para una pelea. Se trata de una especialidad de lucha procedente de la zona del indo-pakistán que se practica desde hace miles de años y que es deporte nacional.
En su versión original estaba todo permitido, donde el objetivo bélico era acabar con la vida del enemigo. Hoy, en cambio, el kushti (o pahalawi) se rige por reglas que impiden el derramamiento de sangre, si bien hay luchadores que llevan mutiladas las orejas para evitar mordiscos.
Estamos ante algo más que un deporte, es un arte milenario de gran tradición al que se atribuyen valores espirituales e incluso místicos. Es un modo de vida, basado en un duro entrenamiento y una buena preparación del luchador que aprende la disciplina del cuidado de la mente y el cuerpo. Para poder mantener esta dualidad, se deben realizar diferentes ejercicios, como el yoga, que relaja y prepara la mente, armoniza el cuerpo y ayuda a controlar la respiración; o el vyayam, un entrenamiento físico para el desarrollo de los músculos, la fuerza y la flexibilidad. Además, se basa en determinadas reglas que provoca que los luchadores vivan casi en misticismo alejados de los placeres carnales (brahmacharya o celibato).
Menos espiritual y mucho más violenta, su forma tradicional consistía en una técnica de combate que utilizaban los guerreros para defender sus respectivos reinos. Con el paso del tiempo, las reglas y las técnicas que antaño se usaban en las batallas se fueron depurando hasta convertirlo en un deporte muy popular, que practican quienes pueden permitirse pagar un gimnasio incluso de estilo occidental. Hoy no se llega a confrontaciones a muerte ni se cortan cabezas, pero no es difícil distinguir por la calle a un luchador. Con casi toda probabilidad llevará las orejas mutiladas en una extraña forma de flor para evitar los mordiscos. Esto se debe a que, aunque es muy parecido a la lucha libre de otros países, también es mucho más permisivo. Las competiciones son sólo amistosas y suelen durar entre cinco y diez minutos (más el tiempo que se le añade por preámbulos, ya que cuanto más experto es un luchador, más actos de concentración realiza, como orar en silencio antes de comenzar, o tocar la arena tres veces y después llevarse un poco de ésta a la frente), pero con frecuencia los luchadores pierden el control y se producen agarrones y malas entradas. No es difícil que se produzcan incidentes cuando para vencer hay que conseguir agarrar al adversario a la altura del estómago, bloquearle las piernas y derribarlo haciendo que toque el suelo con la espalda.

Kushti

Un guerrero kushti bañándose después de un entrenamiento. Lleva el cuero cabelludo rapado y viste únicamente un taparrabos (janghiya), tal y como exigen las reglas.
El kushti tiene hasta siete categorías de pesos, la inferior, de 52 kilos, y la superior, de 120. Y los luchadores, muy admirados por el pueblo e ídolos de los más pequeños (al estilo de lo que pudo ser en su día Mohamed Alí en los Estados Unidos, por ejemplo), ejercitan su cuerpo en maratonianos entrenamientos bajo una especie de entrenadores que reciben el nombre de pahalwan, hombres que fueron luchadores en su juventud pero que, ya mayores, quieren seguir en contacto con este deporte. Son los encargados de controlar a los alumnos en las akharas o gimnasios, su hogar y su lugar de aprendizaje. Por norma común se trata de incómodos y viejos edificios de una planta, donde duermen todos juntos con mantas sobre el suelo de arena (a la que atribuyen propiedades curativas), la misma superficie en la que se combate después. La vida allí es más estricta que en un monasterio, pues para ser fieles a su filosofía tienen que apartarse de los placeres de la vida. No existe la intimidad ni las pertenencias; únicamente algo de vestimenta, libros sobre esta lucha y lo que depare la naturaleza: aire, agua y árboles. Descansan tan solo un día a la semana, que dedican a rezar juntos en el templo o a ir al cine en busca de una pequeña distracción. Los gurús les imponen la dieta y les señalan la cantidad de tiempo que van a estar ejercitándose. Nada en este deporte queda al azar, todo está perfectamente estudiado y a pesar de que ya no se defienden reinos enteros con él, y aunque ya nadie cree en las leyendas que narran luchas entre dioses y mortales con esta técnica, es una tradición antiquísima que aún hoy es seguida con devoción por multitudes.

Kushti

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El antes y el después del muro de Berlín

Tienda

Una tienda del barrio berlinés de Kreuzberg tomadas por el fotógrafo Peter Frischmuth y que forma parte de una exposición organizada por la German House de Nueva York (Estados Unidos) sobre la historia de este barrio antes y después de la caída del Muro alemán.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Theda Bara, la mayor vampiresa de Hollywood

En una fotografía fija publicitaria, Theda Bara, el prototipo de vampiresa de Hollywood,...

Theda Bara

...se cierne como un erótico buitre sobre los huesos desnudos de un esqueleto masculino, símbolo llamativo de los innumerables hombres que cayeron presa de sus perversas artimañas.
Aunque la palabra vampiro evoca generalmente visiones de cadáveres sanguinarios que regresan para sembrar el pánico entre los vivos, en el último siglo, aproximadamente, este término ha adquirido también otras connotaciones más sutiles. En algún momento del pasado, los estudiosos de lo sobrenatural comenzaron a advertir sobre otra clase de vampiro: uno que no estaba precisamente sediento de sangre, pero que a pesar de todo debía ser temido.
"Aunque realmente no succione sangre", escribe Montague Summers, vampirólogo del siglo XX, "es un vampiro que puede -consciente, o quizá inconscientemente- conservar su vida y devolver la energía a su estructura física absorbiendo la vitalidad de otros". Summers etiquetó a este singular tipo de personalidad parasitaria como "vampiro espiritual" y "esponja psíquica". Lo describía como un individuo que inevitablemente hacía que sus compañías se sintieran fatigadas y sin ánimo, como si les hubieran extraído toda la energía vital disponible.
Algunos estudiosos de lo oculto van aún más lejos, advirtiendo que estos vampiros psíquicos están infiltrados en toda la sociedad y que, aunque no inflijan ningún daño físico directo, no por ello son menos peligrosos. Para protegerse de esta sangría espiritual, un partidario de esta teoría recomienda apretar los puños mientras se camina por la calle para que la fuerza vital no pueda escaparse por los dedos y ser absorbida por los vampiros psíquicos que pueda uno cruzarse en su camino. Otra de las defensas propuestas es imaginarse a uno mismo rodeado por una niebla densa y blanquecina, que serviría supuestamente como escudo protector contra los piratas de energía.
Una variación del vampiro psíquico es la denominada "vampiresa"; más producto de la industria hollywoodense que de lo oculto, este término fue acuñado por los publicitarios para promocionar en 1914 el debut de la actriz del cine mudo Theda Bara, la primera mujer fatal de la pantalla. Aunque sus ojos oscurecidos por el kohl y su piel mortalmente pálida encajaban en la descripción física de la clásica criatura diabólica, Bara hacía papeles de vampira en sentido figurado. La actriz representaba a menudo a la aventurera seductora que atrapaba en sus redes a hombres vulnerables, a quienes chupaba dinero y posesiones, dejando de ellos sólo sombras patéticas de lo que habían sido.
El público atiborraba los teatros para poder echar un vistazo o abuchear a la cruel, sexy y exótica Bara. En sus más de treinta filmes, no se mantenía gracias a la sangre de sus víctimas, sino por el puro y perverso placer de arruinarlas.

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