viernes, 10 de junio de 2011

El submarino maldito

U-65Durante el verano de 1916, en los astilleros de Flandes se construía una flotilla de submarinos para la Armada alemana, inmersa en la Primera Guerra Mundial... Pero una viga destinada a la eslora de su cubierta mató a un obrero al soltarse de sus anclajes convirtiéndose en la primera víctima de una cadena de extrañas muertes ocurridas en torno al submarino U-65, buque que entró al servicio de la Marina Imperial en agosto de 1917.
En pruebas posteriores efectuadas junto a una flotilla de submarinos gemelos, las cuales se iniciaron sin problemas, el capitán ordenó la primera inmersión del U-65. El mar estaba en calma y había una brisa suave. Antes de sumergirse, el oficial mandó a un marinero ir a proa a realizar una inspección de las escotillas, esta era una inspección de rutina, pero en vez de efectuar la inspección, inexplicablemente, el marinero saltó por la borda siendo atrapado por el remolino del submarino.
Una vez iniciada la inmersión, el capitán decidió estabilizar la nave en los diez metros de profundidad, pero extrañamente ésta continuó descendiendo hasta chocar contra el fondo del mar, quedando inmóvil allí. Cerca de doce horas permaneció en esta dramática situación, filtrándose el agua y llenándose de gases, pero en ese momento, tan singularmente como se había hundido, comenzó a moverse y ascendió a la superficie.
Después de estos extraños sucesos, el submarino fue enviado a los astilleros para ser revisado en seco. A los pocos días fue declarado apto para el servicio, siendo aprovisionado y armado. Pero cuando se efectuaba esta maniobra, la cabeza de uno de los torpedos estalló matando al segundo teniente y a ocho marineros.
Fue remolcado al dique de nuevo pero en esos momentos un marinero aseguró haber visto al segundo teniente, muerto en la explosión, de pie en la proa y con los brazos cruzados. Al ser nuevamente reparado, y antes de iniciar la navegación, otro marinero que desertaría aseguró que él también había visto al segundo teniente en el mismo sitio.
Se le ordenó al capitán del U-65 zarpar con rumbo al estrecho de Dover, y durante todo el trayecto varios tripulantes aseguraron ver al oficial muerto. Uno de los testigos fue el oficial de servicio, quien aseguró haber visto su fantasma y cómo éste se desvanecía.
Al regresar a la base, ésta se encontraba bajo un fuerte ataque aéreo, lo cual no afectó a la tripulación ya que lo único que deseaban era abandonar aquella nave. En el instante en que el capitán bajaba la pasarela, murió al ser alcanzado por la metralla.
Todas estas muertes, que habían sido acalladas por la Marina, motivaron que los altos mandos de la marina imperial, para tranquilidad de los marineros, tomara la decisión de ordenar a un sacerdote que exorcizara el submarino. Pero al parecer no dio resultado, porque en la siguiente misión del UB-65 un tripulante se suicidó, un artillero se volvió loco y el primer maquinista se quebró una pierna.
El 10 de julio de 1918, el submarino norteamericano L-2 divisó un submarino alemán navegando a la deriva frente a las costas de Irlanda. El capitán del L-2 ordenó maniobrar para atacarlo. Al mirar por el periscopio notó una extraña figura que permanecía de pie, en la proa de la nave, con los brazos cruzados. A los pocos segundos una enorme explosión destrozaba al U-65.
¿Estamos ante una historia real o ante la típica leyenda de barcos malditos? El caso es que desde la Gran Guerra han ido surgiendo diversos testimonios de personas que afirman haber visto en el Atlántico lo que parecía ser un extraño submarino con alguien de pie sobre la proa. Quién sabe, tal vez el U-65 y su tripulación fantasma sigue navegando por esos mares.

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