jueves, 7 de abril de 2011

Tragarse un sapo

Paul KammererPaul Kammerer, biólogo austriaco, trató de demostrar que las habilidades adquiridas de los animales pasan a sus descendientes.
En experimentos con sapos, Kammerer aseguró haber descubierto que al aparearse en el agua les salían a los machos unas diminutas espinas en sus patas traseras para agarrarse mejor a la espalda de las hembras, y así lo dio a conocer al mundo en el año 1923 durante una reunión científica en Cambridge.
No obstante, en 1926, Kingsley Noble, un herpetólogo del Museo Americano de Historia Natural, visitó el laboratorio de Kammerer y descubrió que en realidad le había inyectado tinta china al sapo en sus dedos para resaltar lo que no tenía. Tras el escándalo, Kammerer decidió poner fin a su vida descerrajándose un tiro.
(Por cierto, un apunte sobre el título dado a esta entrada: La expresión escrita -o sus equivalentes a la inversa: "no tragarse el sapo", "¡no me tragué el sapo!"... que significan ser precavido, actuar con cautela...- proviene de la década de los años 50-60 del siglo pasado cuando los lecheros recorrían en carros los domicilios de las ciudades. Para refrigerar la leche le arrojaban sapos que, por tener sangre fría y estar en permanente agitación, hacían que ésta se mantuviera fresca y sin mucha nata desde la vaquería hasta la ciudad. En ocasiones, eventualmente, un sapo se ahogaba y se "iba" con la leche al jarro del comprador. De ahí, el tener cuidado para no tragarse un sapo al beber la leche.) Sapo que sí se tragaron por poco precavidos y demasiado confiados los que creyeron en los experimentos de Paul Kammerer.

lunes, 4 de abril de 2011

Planes para la llegada de El Cuarto Reich

Según información aportada por documentos hasta ahora secretos del MI5 británico, los nazis planearon una campaña de sabotajes y envenenamientos contra los aliados cuando la II Guerra Mundial llegaba a su fin para causar situaciones de pánico y posibilitar la llegada de un Cuarto Reich. Así, agentes alemanes estaban equipados con píldoras tóxicas, con aspecto de aspirinas, y mecheros que, al encenderse, desprendían gases letales y las espías de ese país llevaban armas "microbianas" ocultas en los espejitos de sus bolsos para utilizarlas contra los oficiales aliados en los países ocupados. Los jefes militares británicos estaban tan preocupados por el peligro de envenenamiento con todo tipo de objetos cotidianos que recomendaron a sus tropas que se abstuviesen de probar alimentos o fumar cigarrillos alemanes en su avance por ese país al final de la contienda. Los nazis también planeaban colocar a sus agentes en todo el mundo para, pasado algún tiempo, utilizarlos en una campaña global destinada a crear el pánico en las poblaciones de los países aliados. Un colaboracionista francés detenido en Italia en el año 1945 reveló a quienes le interrogaron que se habían transferido "cuantiosos fondos" a Suramérica y se había enviado a "gente de confianza" a España y Suiza. Olivier Mordrelle, líder del movimiento separatista de la Bretaña francesa, fue condenado a muerte en ausencia en 1940 después de que se descubriese que estaba a sueldo de los alemanes. Regresó a su país tras la invasión de Hitler y llegó a ser nombrado representante francés para las actividades posbélicas por los servicios de inteligencia del partido nazi, el llamado Sicherheitsdienst. Morderelle era uno de los quince delegados de países de Europa Occidental que asistieron a una reunión secreta en Deisenhofen, cerca de Múnich, en abril de 1945, en la que se discutieron los planes nazis para la resistencia después de acabado el conflicto. Un alto funcionario de las SS alemanas les dijo que tenían que pasar a la clandestinidad hasta que acabase la guerra y que debían organizar entonces movimientos antibolcheviques en sus países y "fomentar disturbios que pudieran culminar en guerras civiles". "El objetivo principal era dificultar en la medida de lo posible el trabajo de los aliados para que los nazis pudieran, pasado cierto tiempo, reaparecer bajo un nuevo disfraz y construir el Cuarto Reich", reveló Morderelle a los aliados, siempre según esos documentos británicos desclasificados ahora por vez primera que indican lo ingenioso de los artefactos y venenos desarrollados por científicos alemanes y encontrados en agentes de ese país detenidos en el norte de Francia en marzo de 1945 después de que se lanzaran en paracaídas. Entre ellos había cigarrillos que daban dolores de cabeza al fumador, algo que aprovecharía el agente para ofrecer una aspirina que era en realidad un veneno que acabaría con la vida de aquel en cuestión de minutos. También llevaban polvos impregnados de un veneno con los que espolvorear manijas de puertas, libros, mesas y otras superficies. Asimismo había una pildorita que se depositaba en un cenicero y que, en contacto con el fuego de un cigarrillo, desprendía un vapor que podía acabar con las personas que se encontraban cerca. El espionaje alemán introdujo también substancias venenosas en barritas de chocolate, azúcar y cigarrillos. Uno de los potenciales saboteadores contó que un comandante nazi le había dicho que si las cosas iban mal para ellos en la guerra, Alemania recurriría a otros métodos como "la guerra bacteriológica". Los documentos incluyen también advertencias sobre una hebilla de cinturón en forma de esvástica que llevaba una pistola minúscula capaz de hacer dos disparos. Ese tipo de métodos no se limitaron sin embargo a los nazis sino que un documento alemán confiscado con fecha de febrero de 1944 indicaba que la resistencia polaca había intentado envenenar a civiles y militares germanos con latitas de crema Nivea que contenían una pasta impregnada de gas mostaza.

domingo, 3 de abril de 2011

La Edad Media, época oscura

La idea del Medioevo como era oscura, sometida por una religión contra la ciencia se contrarresta simplemente con los hechos. Los medievales querían experimentar las cosas. En 1277, cuando el obispo Tempier de París condena las tesis averroístas que limitaban el poder de Dios, en realidad abrió el camino a la ciencia moderna, liberándola del aristotelismo. ¿Por qué la ciencia moderna se desarrolló en el Occidente cristiano y no en China, la India, Grecia o el Islam? Estas culturas tuvieron sus genios, lenguaje matemático, clases ociosas educadas, recursos estatales... y, sin embargo, nada en absoluto comparado a la ciencia moderna.
El método científico moderno no nació en el siglo XVI con Galileo, sino en la Edad Media cristiana, con un boom de creatividad técnica y teórica en el siglo XII y XIII, que solamente la peste negra consiguió frenar para luego relanzarse.
Para hacer ciencia has de valorar lo humano, apreciar a los que te antecedieron, acoger y desarrollar lo recibido del pasado. Eso lo hacían los medievales. Las universidades y escuelas catedralicias del siglo XII eran auténticos laboratorios de ideas, donde todo se debatía, al contrario que en las aduladoras cortes orientales. En esos siglos se difunde, por ejemplo, el molino de batán, que podía mover martillos mecánicos y fuelles de forja, lo que permitía fundir hierro con calidad industrial. Los chicos no deberían salir del instituto sin conocer al obispo Nicolás de Oresme, precursor de las funciones y el cálculo infinitesimal, o a fray Roberto Grossatesta, con sus leyes ópticas, o la ley de máxima economía de la naturaleza, que hoy denominamos ley de mínima acción: en la universidad me dijeron que era del siglo XVII, pero Grossatesta ya lo usa en los siglos XII-XIII. Hay que conocer también las leyes de la estática de Jordano Nemorario, o cómo Jean Buridan ya explicaba que si el Sol estuviese quieto y la Tierra se moviese nos daría la sensación de que es el Sol lo que se mueve. Buridan le plantó cara a Aristóteles, durante siglos intocable, incluso respecto al movimiento de los planetas.
¿La Edad Media una época oscura sometida a una religión contra la ciencia? Me río.

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