domingo, 16 de septiembre de 2012

El unicornio

UnicornioEn el escudo de Gran Bretaña aparecen juntos el león y el unicornio, desde que Inglaterra y Escocia se unieron en el reinado de Jacobo I. Anteriormente el emblema inglés había sido sostenido por un león y un dragón. El unicornio procede de Escocia, cuyas armas levantaban dos de estos animales.
Unir al león y al unicornio no estaba exento de riesgos, pues ambos animales aún eran tenidos por mortales enemigos. Bien es verdad que la Edad Media, época dorada del unicornio, se había clausurado. Cierto escritor del siglo XVII nos ha legado una viva descripción de la vieja rivalidad: “Cuando el león ve al unicornio, corre a refugiarse tras un árbol, primero para protegerse y después para acabar con su enemigo. Porque el unicornio, en la rapidez de su carrera, choca contra el árbol y clava en él su afilado cuerno. Entonces el león, al ver al unicornio sujeto por su cuerno, cae sobre él y lo mata sin peligro”.
Otros escritores de la antigüedad mencionan también diversas características del unicornio. Para algunos, su fortaleza era tal que empalaba y transportaba hasta tres elefantes en su cuerno. Sin embargo, no acertaba a desprenderse de ellos y generalmente moría de inanición o apestado por los vapores de los paquidermos putrefactos. Solamente los héroes se dirigían a las montañas o a los desiertos para sorprenderlo en su terreno, y su encuentro hacía vacilar al más valeroso: “Nada hay tan espeluznante como el bramido de este animal, pues su voz retumba como el trueno”. También “mordía como un león y coceaba como un caballo”... Tampoco le amedrentaban las armas de hierro.
El unicornio se portaba entre los suyos de manera intemperante, incluso con las hembras, “menos cuando le abrasaba el instinto de procrear”. Pero con los demás animales era “sociable y gustaba de su compañía”.
Se decía que las botas de cuero de unicornio conservaban las piernas sanas y protegían de las epidemias. La lepra se trataba con una espesa poción de yema de huevo e hígado de unicornio. Pero el cuerno era el más útil de todos sus miembros. Quien en él bebía se libraba de la epilepsia y de las dolencias del estómago. Además, neutralizaba el veneno. Si una serpiente envenenaba un abrevadero, bastaba que un unicornio removiese las aguas con su cuerno para que quedasen purificadas.
Durante el Renacimiento, en que el riesgo de morir envenenado era constante, se utilizaban copas fabricadas con “cuerno de unicornio”, probablemente cuernos de narval (unicornio marino) o de rinoceronte, como protección contra las pócimas mortales. Se creía que el cuerno en presencia del veneno destilaba un antídoto y cambiaba de color. Jamás un insecto venenoso se atrevía a cruzar la raya trazada con él. Las plantas y los animales venenosos situados en sus proximidades reventaban y fenecían. No es necesario añadir que un cuerno dotado de tales propiedades se pagaba a precio de oro. El viajero alemán Paul Hentzner asegura haber visto uno en 1598, entre las joyas de la corona de la reina Isabel de Inglaterra, que se valoraba en 100.000 libras, cifra astronómica para aquellos tiempos. No es extraño que los fraudes abundasen cuando se ofrecían tales beneficios. Según una receta veneciana podían falsificarse cuernos de unicornio con “yeso y jabón, y acaso con tierra y algo de piedra”.
Sólo había un medio de domesticar al unicornio, que fue explicado a principios del siglo VII por San Isidoro de Sevilla. Una doncella había de conseguir que reposase la cabeza en su regazo. Entonces, dice San Isidoro, “abandona toda su fiereza y queda dormido”. Mas por desgracia, lamenta San Isidoro, el confiado animal “suele ser muerto a flechazos por los cazadores”.
¿Llegaron a existir los unicornios? Probablemente son mezcla de diversos animales, reunidos en uno por relatos de viajeros. El griego Ctesias, que en el año 400 antes de J.C. describe un unicornio, pudo haber visto un rinoceronte. Los antiguos chinos utilizaban el cuerno del rinoceronte como triaca contra el veneno. También pudo haber sido un órix, gran antílope visto de perfil o falto de uno de sus cuernos. El costoso cuerno que poseía la reina Isabel era seguramente un colmillo de narval, pequeña ballena con un diente de gran longitud, retorcido en forma de espiral y afilado como el legendario cuerno del unicornio.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Las voces de Santa Juana

Juana de Arco (escultura de Antonin Mercié, 1906)Existe una clase especial de clarividencia denominada "clariaudiencia", la audición de sonidos que no pueden percibirse mediante conductos habituales. Posiblemente, la clariaudiente más famosa de la historia haya sido Juana de Arco.
Siendo una campesina medieval, Juana de Arco vivió en un mundo cuyo carácter era mucho menos visual que el del nuestro. El sonido regulaba su existencia rural: se despertaba con el canto del gallo, las campanas de la iglesia la convocaban a Misa y se enteraba de lo que ocurría en el mundo mediante los relatos de los viajeros. De esta forma, no es nada extraño que aquello que consideraba una guía divina llegase hasta ella en forma de voces.
Según su propio testimonio, oyó las voces por primera vez cuando tenía trece años. Afirmaba que pertenecían a San Miguel, Santa Margarita y Santa Catalina, y que traían mensajes de Dios, dirigiendo los pasos de su destino y dibujando el perfil de su propio futuro. Por ejemplo, las voces dijeron que ella conduciría un ejército para acabar con el sitio inglés de Orleáns en la primavera de 1429 y que sería herida en la batalla. Las predicciones se convirtieron en realidades.
Las voces incluso le concedieron una espada que encontrarían enterrada cerca del altar de la Iglesia de Santa Catalina de Fierbois. Su hoja estaría cubierta de herrumbre, pero al limpiarla descubrirían cinco cruces inscritas en ella. A petición de Juana, los sacerdotes del lugar desenterraron la espada. Estaba oxidada, pero cuando procedieron a limpiarla, las cinco cruces lanzaron un destello.
Capturada, en 1431 los ingleses llevaron a Juana ante un tribunal eclesiástico, acusándola de brujería y herejía. Poco antes de su ejecución, hizo saber a sus inquisidores otra de las profecías que habían enunciado las voces: "No pienses en tu martirio. Al final, llegarás al Paraíso".
Transcurridos casi quinientos años de su muerte en la hoguera, la Iglesia la declaró santa.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Dragones

DragonesPara Occidente, el dragón, con cola erizada, cubierto de escamas y vomitando fuego, representa el mal. Pero, según la filosofía del lejano Oriente, los dragones eran seres bondadosos que, además, simbolizaban la lluvia, la niebla y el viento.
En Corea cada río y cada corriente tenían su dragón. En el centro y el norte de China los dragones eran dioses de la lluvia, que irrigaban los arrozales y formaban nubes con su aliento. En Liang dos de ellos lucharon en una laguna en el año 503 antes de J.C. y expelieron por sus fauces una espesa niebla que envolvía toda la comarca.
Desde los tiempos más remotos, inundaciones, tempestades y tormentas se han atribuido a dragones que pugnaban en los ríos o en los aires. Los bellos cantos rodados de ciertos arroyos de montaña se tenían por huevos de dragón, que, al ser heridos por el rayo, dejaban en libertad pequeños dragones que volaban hacia el cielo.
Los dragones provocaban torbellinos en la tierra y trombas de agua en el mar. Cuando salían de sus madrigueras humeantes y trepaban por el aire, al poner sus garras en las nubes, originaban la lluvia.
Los dragones chinos mostraban diferentes colores: el negro para la destrucción, era también propio del dragón del trueno de la familia imperial; el amarillo para la suerte, y el azul para anunciar el natalicio de un gran hombre. (La noche del nacimiento de Confucio aparecieron dos dragones cerúleos en casa de su madre).
Adoptaban sorprendentes metamorfosis. Podían brillar en la oscuridad y hacerse invisibles, reducirse al tamaño de una oruga y crecer hasta ocultar cielos y tierra. Dormían en el fondo del mar en palacios de perlas y hablaban con voces agradables como tintineos de dijes de cobre. Los huesos de dragón, uno de los fármacos más extendidos de la medicina tradicional china, eran casi seguramente fósiles de animales prehistóricos, y se guardaban en forma de grano o polvo.
Rivales de los héroes, en Occidente los dragones devoraban a los hombres y custodiaban tesoros en el fondo del mar o de la tierra. Volaban de noche, vomitando fuego o veneno, como anuncio de guerra u otras calamidades.
La leyenda del matador de dragones ofrece numerosas versiones, en general sangrientas. Acabar con un pérfido dragón era la hazaña que coronaba la carrera de casi todos los héroes antiguos: Sigfrido, Sigurd, Beowulf, San Jorge, San Miguel, Arturo, Tristán e incluso el pacífico Lanzarote.
Los episodios variaban. El herrero Juhn Smith de Deerhurst, en el condado de Gloucester (Gran Bretaña), dio leche a un voraz monstruo. Después de beber una inmensa cantidad se tumbó al sol con las escamas erizadas. Entonces el fornido herrero le cortó la cabeza. Otro héroe británico de Lyminster (Sussex) preparó para su enemigo un budín envenenado, tan enorme que tuvo que llevarlo en un carro. El dragón engulló de un bocado el budín, el carro y los caballos.
En la mayoría de los relatos, los dragones se alimentan de doncellas, pero Topsell, escritor de principios del siglo XVII, en su Historia de los cuadrúpedos, les atribuye una dieta más saludable: “Conservan la salud (como afirmaba Aristóteles) comiendo lechugas silvestres que les hacen vomitar cuando han tomado cualquier alimento nocivo. El peor de todos es la manzana porque sus estómagos propenden a llenarse de aire. Por ello jamás comen de este fruto sin ingerir primero lechugas silvestres”.
Aunque la mayoría de ellos eran espantables, parece que también existían dragones amigos. Plinio, escritor latino, habla de un hombre llamado Thoas de Arcadia a quien su fiel dragón salvó del ataque de unos bandidos.
Las leyendas sobre dragones se extienden por tantos países que uno se pregunta: ¿Quiénes eran? Las representaciones de los artistas se parecen extraordinariamente a las reconstrucciones científicas de los antiguos dinosaurios por lo que una conjetura verosímil podría ser: los dinosaurios desaparecieron de la Tierra hace sesenta y cinco millones de años y los antepasados directos del hombre no surgieron hasta hace dos millones y medio. Por lo tanto el hombre no ha sido testigo presencial de la época de los dinosaurios. Pudo, no obstante, crearse la leyenda cuando el hombre primitivo, al encontrar huesos fósiles de dinosaurios, sacó la conclusión de que pertenecían a animales gigantescos con aspecto de feroces lagartos. Es curioso pensar lo cerca que estaban de la verdad, en ese caso.

jueves, 19 de abril de 2012

La atractiva princesa Amen-Ra

La atractiva princesa Amen-Ra vivió en Egipto unos 5000 años a. de C. Cuando murió, su cadáver fue momificado y colocado en un bello sarcófago de madera tallado con singular esmero. Por mandato faraónico el regio ataúd quedó herméticamente guardado en una bóveda, en Luxor, a orillas del río Nilo. Es posible que sus deudos y amigos pensaran en aquellos momentos que con las exequias terminaban los avatares terrestres de Amen-Ra, quien pasaría quizás, gracias al misericordioso Osiris, al mundo etéreo de los espíritus pacíficos. Si así fue se equivocaron, pues los extraños hechos que se sucedieron entre el ocaso del siglo XIX y el 14 de abril de 1912 vinculados a esta momia, nos hablan elocuentemente de un terrible poder maligno enquistado en los despojos de su envoltura material.
A finales de la década de 1890 cuatro turistas ingleses de buena posición económica, a quienes unía una larga amistad, se encontraban de paso por la antigua ciudad de Luxor, donde un grupo de mercenarios egipcios y franceses había exhumado clandestinamente algunos tesoros y el sarcófago de la princesa Amen-Ra. Un intermediario de pocos escrúpulos ofreció vender a los británicos la momia por un precio bastante razonable. Los cuatro se mostraron vivamente interesados en adquirirla y para evitar discusiones, decidieron, como camaradas y caballeros, echar suertes para ver quién sería el favorecido adjudicatario que volviese a Londres con el preciado tesoro. El ganador, uno de los más jóvenes del grupo, desembolsó el importe convenido e hizo los pertinentes arreglos para que le llevaran la reliquia de inmediato al hotel donde se hospedaba con sus compañeros de viaje. Por la noche, varios testigos lo vieron abandonar precipitadamente su habitación y enfilar hacia el desierto del cual jamás regresó. Al siguiente día, el segundo de los amigos recibió un disparo de rifle que le hizo accidentalmente su sirviente egipcio. La herida fue de tal gravedad que tuvieron que amputarle el brazo izquierdo. El tercero, ya de regreso a Inglaterra, encontró que el banco donde tenía depositado la fortuna familiar con fines de renta, había quebrado. El cuarto cayó enfermo de una extraña y prolongada dolencia. A raíz de ello gastó todos sus bienes en médicos y curaciones y cuando finalmente se reestableció, no pudo conseguir ni aún el más modesto trabajo y terminó vendiendo fósforos en las calles londinenses.
Entretanto, por los más curiosos meandros, el sarcófago llegó a Gran Bretaña donde fue adquirido por un excéntrico comerciante de la ciudad. Sin embargo, el flamante propietario no tardó en donarlo al Museo Británico después que tres parientes cercanos sufrieran un accidente de tránsito y su propia casa se incendiara parcialmente en confusas circunstancias.
A pesar de la reputación que ya para entonces rodeaba a la momia, el curador del museo, acostumbrado a desechar leyendas y supersticiones, aceptó de buena gana el valioso obsequio. Cuando el milenario ataúd llegó hasta el patio del museo, el camión de mudanzas que lo había transportado y que se encontraba estacionado en punto muerto, dio inexplicablemente marcha atrás sin ninguna intervención humana e hirió de consideración a un peatón que acertaba pasar por el lugar. Dos ordenanzas que llevaban el sarcófago por las escaleras fueron también blanco de la maldición de Amén-Ra. Uno de ellos tropezó con un escalón y se rompió la pierna derecha; el otro, un hombre de escasos treinta años en perfecto estado de salud, falleció de un infarto dos días después.
Instalada ya la momia en la Sala de Egiptología se produjeron reiterados y desconcertantes incidentes. Los serenos, por ejemplo, escuchaban aterrados durante las noches de guardia martilleos y sollozos que parecían originarse en el interior del ataúd. Con el transcurso del tiempo el personal de maestranza se negó rotundamente a efectuar la limpieza de Amen-Ra. En cierta ocasión uno de los peones pasó deliberada e irreverentemente el plumero por el rostro de la momia con el ostensible propósito de jactarse de su fanfarronería. El castigo no se hizo esperar y días después su hijo murió de sarampión. A la semana de ocurrida esta tragedia las autoridades del museo recibieron a una delegación de limpiadores y guardianes de la institución que exigió que el endemoniado sarcófago fuera trasladado a uno de los sótanos y quedara allí aislado, lejos del contacto con los mortales a los cuales al parecer Amen-Ra se había empeñado en destruir empleando un singular influjo perverso. La petición fue aceptada llevándose al cajón con la momia a las frías bóvedas del establecimiento bajo la supervisión del jefe de maestranza.
Apenas transcurridos tres días uno de los peones que había intervenido en la macabra mudanza cayó seriamente enfermo y al propio jefe de maestranza se lo encontró sin vida en su despacho. A esta altura de los acontecimientos algunos periódicos londinenses habían publicado artículos y notas haciéndose eco de las fatales noticias vinculadas a Amen-Ra. Un reportero gráfico se aventuró a tomar una fotografía de la tapa del sarcófago y cuando la reveló descubrió para su sorpresa y horror que el bello rostro de la princesa, tallado en la parte superior, se había transfigurado en una cara de facciones repulsivas. El fotógrafo, presa de una fuerte crisis nerviosa, comentó el fantástico cambio con sus compañeros de tareas, les enseñó la foto y luego huyó despavorido a su casa donde se suicidó disparándose un balazo en el corazón.
Este último drama colmó la medida y el director del museo decidió vender la momia a un coleccionista privado. Este hombre no escapó, por cierto, al aterrador anatema y después de soportar una serie inenarrable de vicisitudes en su vida privada optó por trasladar la horripilante adquisición al altillo de su residencia. El atribulado propietario que se interesaba por las ciencias ocultas, invitó cierto día a su casa a Madame Blavatsky, la ilustre fundadora de la Teosofía. La célebre huésped, que ignoraba que la momia se encontraba en poder de su anfitrión arrumbada en el desván, se sintió repentinamente presa de un violento desasosiego que atribuyó a una presencia altamente negativa escondida en algún rincón de la residencia. Cuando por fin el angustiado y sorprendido dueño de la casa le mostró el sarcófago, Madame Blavatsky le señaló sin titubear que esa era una pavorosa fuente de maldad y le aconsejó deshacerse inmediatamente de ella. Los malditos despojos fueron de esta suerte a parar finalmente a manos de un pragmático y escéptico arqueólogo norteamericano que pagó un precio exorbitante por ellos e hizo los arreglos para su transporte a los Estados Unidos en un flamante trasatlántico de la compañía marítima White Star. El buque se llamaba Titanic.
Pero ni lo momia ni el navío llegaron jamás a Nueva York, el puerto de destino final. Como se sabe el Titanic se hundió en medio del océano Atlántico el 15 de abril de 1912 después de chocar con un iceberg. En esta espantosa tragedia perdieron la vida 1.523 personas.

martes, 17 de abril de 2012

Hay vida fuera de la Tierra

Si ciertas bacterias son capaces de sobrevivir a las condiciones más extremas de la Tierra, incluso sin oxígeno, es más que probable que podamos encontrarlas en otros planetas. Pero hasta que se descubran, los científicos deberán averiguar todo lo que estos microorganismos nos deparan aún en la Tierra.
Los humanos solamente comemos una cosa, carbono orgánico; y solamente respiramos otra, oxígeno. Así funciona la vida, o eso pensamos. Sin embargo, las bacterias comen todo tipo de materia (compuestos inorgánicos como el sulfuro, hidrógeno, amonio, entre otros), en realidad cualquier cosa de la que obtienen electrones, y pueden interactuar con cualquier elemento químico que aparece en la tabla periódica. En cuanto a lo que respiran, no es sólo oxígeno, sino también CO2, sulfito, nitrato y otras sustancias. Incluso son capaces de aprovecharse de una roca sólida como sustituto del oxígeno, es decir ‘respirar rocas’, como dicen coloquialmente los científicos al hablar del transporte extracelular de electrones descubierto hace dos décadas y que sigue sin aparecer en los libros de texto. Años más tarde descubrieron que al quitar la roca del experimento y añadir electrodos, lo único que ‘respiran’ estas mismas bacterias son los electrodos. Forman una capa a su alrededor y le proporcionan electrones, y por tanto energía.
Como estos microorganismos pueden comer cualquier cosa, los científicos probaron con residuos humanos e industriales para producir electricidad. Y lo consiguieron. (Igual a alguien le parece muy bonito para ser cierto, pues lo es, aunque no va a solucionar la crisis energética.) Pero no sólo se puede crear electricidad sino también purificar el agua y eliminar los contaminantes sin ningún soporte electrónico. En la actualidad se está intentando diseñar esta tecnología barata y ecológica en aldeas africanas donde la gente podría traer sus residuos cada día y obtener agua limpia a cambio. Así, en la próxima década veremos la primera aplicación legítima a este proceso, porque ya hay unas quince empresas de todo el planeta que están intentando aplicarlo. Es una buena tecnología verde que solamente usa materiales biológicos como fuente, trabaja muy rápido y produce bastante energía.
Recientemente, en el laboratorio se ha obtenido esta misma reacción de electrones y oxígeno utilizando bacterias que se pueden poner en un cátodo (electrodo negativo del que parten los electrones) para eliminar el platino, lo que para los microbiólogos es una gran victoria. Pero todavía hay más, aseguran que se podría conseguir todo un proceso bacteriológico con células solares, es decir, las bacterias se podrían alimentar de luz solar, y para ello no quedan más de quince años. Valdrá la pena esperar. No obstante, aún es necesario abaratarla si lo que se pretende es abastecer a todo un poblado de países empobrecidos. Hay una parte muy barata, la del electrodo que no cuesta casi nada y las bacterias que son gratuitas (puedes cultivar cuantas necesites), pero la otra parte requiere platino en el electrodo, que es lo que cataliza el oxígeno convertido en agua. Hasta entonces, la microbiología deberá intentar descubrir lo que oculta el microscopio. Por ahora, gracias a mejores métodos moleculares para ver a las bacterias, los científicos han descubierto que solamente somos capaces de cultivar cerca del 0,1 por ciento de todas las bacterias que vemos en el microscopio. Pero la pregunta que se hacen los microbiólogos es: “¿qué hacen realmente las otras bacterias que no podemos cultivar?”. Es completamente desconocido. Al mirar sus cromosomas se podría averiguar cómo actúan pero todavía no se ha probado; y no se puede demostrar si no se pueden cultivar.
De los microorganismos que ya se conocen, lo que más sorprende a los microbiólogos es lo resistentes que son. La vida microbiana se ha adaptado a la salinidad, a la temperatura, al pH, a la aridez, a la radiación, y a la presión. Durante años se pensó que uno de los lugares más desérticos de la Tierra -el desierto de Atacama en Chile- era estéril, pero al mirar en el interior de las rocas se observó todo tipo de vida. Río Tinto en Huelva (España) es otro de los lugares más fascinantes de la Tierra. Muchos de estos entornos extremos te hacen pensar de forma diferente sobre la posibilidad de encontrar vida en otros planetas, y Río Tinto es uno de ellos.
Desde que se empezaron a conocer las habilidades de las bacterias, el interés por hallar vida microbiana fuera de la Tierra creció. Las misiones del telescopio espacial Hubble han sido determinantes. En la última década sus datos han demostrado que existen millones de planetas que se parecen a la Tierra. Pero estos planetas están a muchos años luz de nosotros. Incluso si obtienes una señal de alguno de ellos (una que se pudo generar hace un siglo), llevará 1.000 años llegar allí a la velocidad a la que viajamos en la actualidad. Es fascinante pero frustrante a la vez. Pero los expertos lo tienen claro: “¡Es 100% seguro que hay vida ahí fuera!”. El problema es cómo encontrarla. Cuando una misión de la NASA planea ir a Júpiter o Saturno -al que se tarda ocho años en llegar-, o incluso más lejos, a Neptuno, el tiempo de ir y volver, si se está metido en el proyecto como científico, técnico, etc, has perdido un tercio de tu carrera, y a lo mejor fracasa… y renovar ese material humano competente tampoco es fácil.
Sin salir del sistema solar, desde el punto de vista de un microbiólogo, hay diferentes lugares en los que algunos organismos que habitan la Tierra podrían sobrevivir. Por ejemplo las lunas de Júpiter: Europa, Calisto y Ganímedes. No se sabe exactamente lo grueso que es el hielo ni cómo es el agua debajo, pero seguro que en cada una de estas lunas hay más agua de la que tenemos en la Tierra. El agua líquida es esencial para vida como la nuestra pero lo que es esencial es el líquido. Otro lugar donde buscar es una luna de Saturno, Encélado, que rodea uno de los anillos del planeta. Siempre ha tenido agua congelada. Titán, otra de las lunas de Saturno, no tendría vida como la conocemos porque hace demasiado frío, pero tiene metano y etano líquidos. Se supone que hay diferente tipo de vida allí, esta vida sería tan rara que ninguna de las reglas de química con las que hemos crecido tendría entonces sentido. Pero hasta que se descubran los primeros indicios de vida extraterrestre, hay mucho trabajo por hacer en la Tierra, porque aún se desconoce el potencial de la microbiología y es una oportunidad mayor de lo que uno imagina.
Y por último, recordar que el 99,9 por ciento de las bacterias son nuestras amigas. Muy pocas son realmente dañinas. El planeta y el cuerpo humano funcionan gracias a las bacterias buenas. Lo único es que todavía no hemos aprendido esta lección.

sábado, 14 de abril de 2012

¿Existió realmente el pánico a la llegada del año 1000?

El pánico ocasionado por una mala interpretación del Apocalipsis, en la que se confundía la resurrección de los justos con la próxima venida del Mesías -esperada solamente por los judios-, dio paso a que historiadores y literatos afirmaran que durante los meses que precedieron al año mil, los hombres, abatidos por un sinfín de calamidades que creyeron precursoras de una catástrofe final, abandonaran el trabajo y consagraran todas las horas a la oración y a la penitencia, esperando la segunda venida de Cristo justiciero que debía acabar con el mundo, premiar a los buenos y castigar a los malos. Según estos autores, el terror milenario debió ser general, aunque ningún contemporáneo informa claramente de los hechos.
En primer lugar, la iglesia no conserva ningún texto en el que se describan institucionalmente los terrores atribuidos a los últimos días de 999 y primeros de 1000. El dramaturgo August Strindberg ha plasmado una pormenorizada relación de aquellos momentos, escrita, por desgracia, a comienzos del siglo XX. En ella se nos dice que finalmente, en aquellos días, en los que nadie sabia si la catástrofe se deberla al fuego, al agua o al choque de los mundos, los hombres encontraron la armonía que no habían encontrado durante su vida cotidiana. El señor y el criado se abrazaban llorando, uno por su pecado de orgullo, el otro por su indignidad. Otros autores anteriores relatan con una minuciosa fruición la llegada del inevitable cometa, portador de desgracias y muerte. Pero fuentes no tan imaginativas atribuyen aquel clima a la ciega creencia que los hombres medievales tenían en las profecías. Cuando estas -en núcleos muy reducidos, como ciudades o pequeños estados- coincidían con epidemias, plagas, hambrunas o, simplemente, malas cosechas, se tenían todos los elementos para atribuirlas al pavor del milenio. Pero, desde la Crónica de Gocdel, en el siglo XII, pasando por la Crónica de Tritemio, en el siglo XVI, hasta relatos como el aludido en este párrafo, todos presentan el rasgo común de no recoger los hechos de primera mano. Y es que lo menos que se podría esperar de tal ambiente pavoroso es que la iglesia hubiera dirigido alguna palabra de consuelo a sus fieles. Pero en las bulas de Gregorio V (996-999) o en las de Silvestre II (999-l003) no hay nada que confirme que la sociedad estuviese atemorizada ante el milenio.

viernes, 6 de abril de 2012

La falta de patriotismo inglés y francés durante la II Guerra Mundial

Terminada la II Guerra Mundial, el jefe supremo de las fuerzas aliadas, general Eisenhower, afirmaba con orgullo que los estados de régimen democrático, a pesar de las dificultades propias del sistema, cuando es necesario saben actuar mucho más seriamente que los países totalitarios. Pero lo cierto es que a los pocos meses del comienzo de la guerra, países tradicionalmente democráticos como Francia e Inglaterra tuvieron dificultades por culpa de sus propias instituciones. Así, mientras que en Alemania un solo hombre, Adolf Hitler, pudo tomar decisiones fulminantes y hacer y deshacer sin consultar con nadie, en París y Londres los gobiernos encontraron en su camino toda clase de obstáculos.
En Francia, a pesar de la dura lección de 1914, no se organizó la movilización industrial a causa de dilaciones parlamentarias. Por ello los obreros especializados fueron llamados a filas como cualquier otro ciudadano, y las fábricas de guerra carecieron de mano de obra cualificada. Más tarde, cuando el gobierno pidió su desmovilización, los primeros en oponerse fueron los comandantes de unidad, pronto seguidos por los diputados de los departamentos agrícolas (los departamentos que habían suministrado carne de cañón en la guerra anterior), que protestaron por los privilegios de las poblaciones industriales y pidieron su extensión a las provincias. Incluso llegada la época para ello, uno de estos diputados pidió la licencia de los soldados de provincias porque "es época de siembra”. La respuesta del ministro de Armamento, Dautry ("¡esta es época de bombas!"), no lo disuadió. Sucedieron también episodios cómicos: En un polvorín de Angulema, cuatro mil especialistas del ejército se negaron a fabricar melinita porque decían que "puede provocar la calvicie". Por su parte, el partido comunista desarrollaba una activa campaña pacifista. Condenaba sin paliativos "la guerra imperialista" y ponía como ejemplo de prudencia a la URRS, que había firmado un amistoso pacto con Alemania. Además, las impresionantes victorias nazis hipnotizaron a buena gente de las derechas francesas. Surgieron grupos subversivos y se formaron asociaciones que fomentaban abiertamente la amistad fraterna con el Tercer Reich. Por una serie de coincidencias históricas, surgió en Francia una situación que contemplaba a la derecha y a parte de la izquierda coaligadas en cierto modo para impedir la formación de un frente unitario que oponer a la amenaza alemana. Un error que Francia pagó muy caro.
En Inglaterra las cosas no fueron mejor. Por diversos motivos el parlamento aprobó con mucho retraso la ley de reclutamiento obligatorio. Pero eso no es todo. De exención en exención, fueron excluidos del servicio los casados y todos los que "ejerciten un trabajo de utilidad pública", que al parecer fueron muchísimos, pues por esta causa resultaron exceptuados también los empleados municipales que limpiaban de orugas los parques, por ejemplo. Los sindicatos, guiados por el viejo y tenaz Walter Citrine, no quisieron que el estado de guerra fuera pretexto para intensificar la producción y protestaron por la entrada de mujeres en las fábricas, oponiéndose al intento de hacer trabajar a los obreros más de siete horas al día. En los altos ambientes sociales la falta de patriotismo alcanzó un nivel peligroso. También se notaron vagas infiltraciones nazis y fascistas. Diarios como el 'Daily Mail' no dudaron en escribir que "la vigorosa juventud nazi es nuestro bastión...". Por su parte los jóvenes británicos no tenían el menor deseo de luchar. Una encuesta entre los estudiantes de las universidades del Reino Unido dio en aquellos días un resultado alarmante: ¡más del 70% de los consultados se declaró contrario a la guerra! Hicieron falta las bombas de la Luftwaffe para hacer cambiar de idea a muchos ingleses.

jueves, 2 de febrero de 2012

La última víctima de la Inquisición alemana

Al tener más de treinta años, Anna Maria Schwägel rebasada la edad en que una mujer podía tener expectativas de contraer matrimonio. Su existencia había transcurrido como sirvienta y la monotonía se había incrustado en lo más profundo de su ser. Acostumbrada a la vida religiosa del catolicismo alemán sus visitas a la iglesia eran frecuentes y no faltaba nunca a misa. Dios era su último refugio ante el mundo y la vida. Pero pronto todo iba a cambiar y Anna Maria sería la última víctima de la Inquisición alemana y el fin de las ejecuciones de los cazadores de brujas.
Un día su señor contrató un nuevo cochero. Era un hombre joven y atractivo. Parecía simpático y agradable, aunque fuera luterano. Anna Maria al principio lo rehuyó y no prestó demasiada atención a sus piropos y frases de adulación. Nunca había conocido íntimamente a un hombre y el sexo para ella era un horrible pecado si no se realizaba dentro del matrimonio.
Poco a poco el cochero fue ganando su confianza. La confianza dio paso a algo más y pronto el hombre le prometió casarse con ella, imponiendo una condición: Que renunciase al catolicismo y abrazara la fe de Lutero.
Anna Maria llena de vacilaciones y dudas viajó finalmente hasta Kleimmingen para renunciar formalmente de sus creencias. A la vuelta estaba tan segura de su amor, y de su boda, que no pudo resistirse y cayó en manos de su prometido. A la mañana siguiente el cochero desapareció.
Desesperada por haber perdido su virginidad y haber abandonado a su iglesia, fue a pedir la confesión de un fraile agustino, pero el fraile también se había convertido al protestantismo y sus consejos fueron en contra de todo lo esperado, algo que terminó por descomponer su personalidad.
Su conciencia la carcomía. Solamente el diablo podía ser el causante de sus desgracias. Confundida y enloquecida vagó por los campos balbuceando frases absurdas y sin sentido sobre el diablo y Satanás. Unos lugareños la recogieron y la llevaron al hospital para dementes de Laneggen, cerca de Kempten.
La matrona, desequilibrada encargada del lugar, Anna Maria Kuhstaller, la golpeó, torturó y obligó a confesar que mantenía relaciones sexuales con el diablo, a quien Anna Maria identificaba con el cochero.
Kuhstaller la denunció a los magistrados y el 20 de febrero de 1775 encarcelaban a Anna Maria enferma tanto física como mentalmente. Dos semanas después se inició su proceso, bajo la acusación de brujería. No hizo falta ni emplear la tortura con la pobre mujer. Al someterla a interrogatorio, Anna Maria, completamente desquiciada, admitió todo lo que le había sucedido con el cochero que la abandonó. Afirmó haber realizado un pacto y mantenido relaciones sexuales con el diablo, en sueños y en la realidad. No se presentaron cargos de “maleficia”.
El 30 de marzo, tres jueces la condenaron a muerte tras discutir si debían quemarla, ahorcarla o decapitarla. Los militares de la plaza y gente prominente de la localidad, en un intento por salvarla, recurrieron al príncipe abad de Kempten (Baviera) pero este revisó el juicio y corroboró el fallo. El 11 de abril de 1775 la asesinaron públicamente.
El pueblo se horrorizó ante semejante sentencia fuera de todo sentido común. Cuando la noticia llegó a la Inquisición los partidarios de detener la masacre que se había cometido durante décadas enteras tuvieron su oportunidad para poner fin a los asesinatos legales de la Iglesia. El triste caso de Anna Maria Schwägel valió para que comenzara el principio del fin de la terrorífica Inquisición.

martes, 31 de enero de 2012

Tiahuanaco

Puerta del solA pocos kilómetros del lago Titicaca yacen las ruinas de la misteriosa y monumental ciudad de Tiahuanaco. Diríase que está en el fin del mundo. No se relaciona con nada. Sus caminos no van a ninguna parte. Nada tampoco llega a ella.
Ubicada en el altiplano boliviano a 20 kilómetros al sureste del lago Titicaca (correspondiente al Departamento de La Paz), la altiplanicie semeja el paisaje de otro planeta. Cualquier esfuerzo físico tortura al visitante. Allí, la presión atmosférica es cincuenta por ciento más baja que al nivel del mar. El aire contiene una proporción mínima de oxígeno. Es inverosímil que allí pudiera desarrollarse una ciclópea civilización.
Los geólogos aseguran que en una época antiquísima, en la época de la formación de la tierra, el continente súbitamente se elevó de las aguas y la cordillera de Los Andes se formó. Pero esto se refiere a la época en que todavía no existía el hombre. Por otra parte, algunos investigadores aseguran que Tiahuanaco nunca fue una ciudad de cordillera sino un puerto de mar. Existen allí restos de lo que pudo haber sido un gran muelle y que no conduce a ninguna parte. En épocas remotas pudo haber conducido al mar. El lago Titicaca no existiría (no sería lago sino prolongación del océano).
En este lugar existen rastros geológicos de una gran inundación, a pesar de su gran altura sobre el nivel del mar. Ocurrida hace ya cientos de miles de años, dejó su profunda huella no solamente en la memoria de los aterrados sobrevivientes sino también en el rostro mismo de la tierra. En efecto, sobre la cordillera de Los Andes, a casi cuatro mil metros de altura, se encuentra una línea de sedimentos marinos con una extensión aproximada de setecientos kilómetros de largo. Dicha línea no es quebrada sino continua, lo que deja suponer que se trata de una marca dejada por el antiguo nivel del mar. Y una de dos: o el mar llegaba a cuatro mil metros de altura, o la tierra estaba cuatro mil metros más abajo.

Detalle del Monolito Ponce

La estructura dominante del centro sagrado de Tiahuanaco era la Akapana, una pirámide truncada de más de unos diecisiete metros de altura, llamada "la montaña sagrada de Tiwanacu". La pirámide Akapana tenía siete niveles. El número siete aparece asociado con el "padre cielo", que equivale al uso de las coordenadas polar y ecuatorial, expresadas mediante referencia a las direcciones cardinales. El antiguo sistema aymará de orientación tenía siete direcciones, empleando cuatro direcciones cardinales junto con el centro y el nadir. La Akapana está orientada en las direcciones cardinales.
La misma idea encontramos en la relación entre el contiguo complejo de estructuras llamado el templo Semisubterráneo y el Kalasaya. Aparecen trazados a lo largo de un eje este-oeste, que habla de los puntos de salida y puesta del Sol en los equinoccios, cuando el Sol cruza el ecuador celeste. Las estrellas que van hacia arriba y hacia el oeste desde el templo Semisubterráneo hasta el nivel del suelo conducen directamente a una segunda escalera que se eleva en los recintos situados por encima de la planta baja del Kalasaya, donde la estatua monolítica de un dios (la llamada Estela Ponce) miraba hacia el este, de espaldas al templo Semisubterráneo.
Las dimensiones de los bloques de piedra con que se hicieron los edificios son colosales. Sobre ellos se grabaron signos que no existen en ninguna otra parte del planeta.
Una de las estatuas de Tiahuanaco, de una sola pieza, mide más de siete metros de altura y pesa más de diez toneladas. Por aquellos contornos hay docenas de estatuas monolíticas del mismo tipo, todas transportadas desde grandes distancias. (Para saber más, aquí.)

lunes, 30 de enero de 2012

El cerebro y la religión bien avenidos

La mente humana detecta con mucha rapidez cuándo algo es quimérico en el mundo real y, por alguna razón que todavía no se conoce, el cerebro asimila mejor y encuentra menos sorprendente aquellas ideas imposibles que son religiosas.
Existen unas leyes físicas, biológicas y psíquicas que son sistemáticas, se descubren con apenas meses de edad y conocerlas es, precisamente, una de las razones clave para nuestra supervivencia. En este sentido, está comprobado que para que un mito o un relato religioso tenga éxito se deben mezclar hechos posibles e imposibles, pues estos últimos llaman la atención, elevan el interés, sorprenden, y la historia se recuerda más fácilmente. Unas gotas de irrealidad, la dosis justa, garantizan el éxito de un relato.
Partiendo de esto, se quiso constatar si las ideas imposibles de los relatos religiosos tenían una naturaleza especial, algo que las hacía en el cerebro distintas. Y para explorar esta idea, investigadores analizaron la actividad cerebral de un grupo de treinta personas mientras leían milagros e ideas imposibles extraídos de textos religiosos reales y compararon dicha actividad del cerebro con la obtenida mientras leían ideas imposibles pero no incluidas en textos religiosos. Para estar seguros de que las ideas o hechos imposibles religiosos no eran conocidos ni resultaban familiares a los voluntarios del estudio, se extrajeron de diversos relatos ajenos a la religión cristiana, imperante en la sociedad occidental. Así, de un total de casi doscientas oraciones, los participantes tenían que decir si estas eran o no posibles. De cada oración, tres versiones: la religiosa ("de su mente surgió la luna" (en este ejemplo extraída de textos védicos)); una similar pero ajena a los textos religiosos ("de su mente surgió la casa"); y una equivalente y posible ("de su mente surgió la idea").
Lo que se hizo fue analizar y medir la actividad cerebral de cada individuo ante la exposición y lectura de estas tres frases. Para ello se utilizó una medida de actividad cerebral que expresa la cantidad de incongruencia que el cerebro humano encuentra cuando lee o escucha una oración y que se conoce como "onda cerebral N400". Se llama así porque se activa a las 400 milésimas de segundo tras escuchar una palabra que no encaja y su origen está en las redes cerebrales que conforman el conocimiento semántico, donde está almacenado el conocimiento del mundo y cómo funcionan las cosas. Y por alguna razón que todavía permanece en la incógnita, los cerebros de los voluntarios encontraron menos sorprendentes las ideas imposibles religiosas que las imposibles no religiosas. De esta manera, el cerebro humano ve más aceptable, asimila mejor, que se muevan montañas a que se muevan edificios.
La religión, consciente o no, habría utilizado preferentemente las ideas que el cerebro humano considera menos sorprendentes y, al no ser extravagantes, el éxito del relato religioso estaría garantizado.
Ahora quedaría por determinar qué es lo que hace que unas ideas sean apropiadas para un mito religioso y cuáles no. Esto es lo que nos tiene locos, cuando lo sepamos será de gran valor en la búsqueda de los ingredientes de éxito para un texto.

domingo, 29 de enero de 2012

Britische Freikorps

Uniforme empleado por los miembros de los Britisches FreikorpsEn la Wehrmacht alemana durante la II Guerra Mundial se incluyeron tropas de muchos países. Entre ellas destaca la formada por ciudadanos británicos y de las naciones que estaban entonces bajo su influencia. Se trata de un oscuro grupo que recibió el nombre de El Cuerpo Libre británico (Britische Freikorps). Organizado en enero de 1944 fue conocido como la Legión de San Jorge. Originalmente, la intención alemana era usar la legión en sus planes de propaganda, pero su creador, el británico John Amery, tenía ideas muy distintas de cómo emplear sus hombres.
Amery era hijo de Leopold Stennet Amery, antiguo ministro de Gran Bretaña para India. Se encontraba en París cuando se produjo la rendición de Francia en 1940 y parece que tomó la idea de la Legión de Voluntarios Franceses creada por Vichy. La Legión de San Jorge contó con unos 1.500 soldados englobados dentro de los Waffen SS que usaron uniformes alemanes e insignias propias. Tras varios frustrados intentos para que sus tropas entraran en combate contra los rusos, los alemanes dejaron a Amery sin poder de decisión. Según algunos rumores miembros de la legión combatieron en la Batalla de Berlín.
Nunca podremos saber todos los hechos protagonizados por este grupo. Los ingleses lo trataron tras la guerra como una aberración y ocultaron todos los datos posibles. John Amery fue capturado en Milán al final del conflicto y terminó él mismo con su vida colgándose el 29 de diciembre de 1945 a mitad del juicio que se estaba realizando contra él. Sus hombres recibieron diferentes castigos: desde varios años de trabajos forzados a multas.

viernes, 27 de enero de 2012

Pedro Gonzálvez, el hombre lobo español

Pedro Gonzálvez¿Ha existido alguna vez realmente ese hombre lobo que tanto abunda en las historias de terror? ¿Son verídicos los casos de zoantropía, o metamorfosis fantásticas del hombre en animal?
En el castillo de Ambras, cercano a Innsbruck, en el Tirol austriaco se conservan varios lienzos que representan a un adulto y a dos niños con el rostro totalmente cubierto de pelo y una expresión feroz. Muchos los consideran ejemplares del mítico hombre lobo que tantas leyendas de miedo y tan morbosa curiosidad ha inspirado a lo largo de los siglos.
Pues bien, los protagonistas de esas pinturas vivieron en realidad. El adulto se llamaba Pedro Gonzálvez y nació hace más de cuatro siglos en el seno de una acomodada familia de las islas Canarias (en España).
Apenas alcanzada la pubertad, experimentó los síntomas de un hirsutismo atroz, una hipertricosis desmesurada que cubrió enteramente su cuerpo de vello. Esta anomalía fisiológica destrozó su vida. Todo el mundo se apartaba de él con aprensión, y hasta hubo quienes no se recataron en tildarle de "engendro del diablo", "brote del averno" y apodos análogos que causaban la vergüenza de sus familiares.
A los veinticinco años de edad, Pedro Gonzálvez, harto de sufrir humillaciones, emprendió un viaje a París donde, según decían, un reputado doctor podía combatir su tremenda desdicha. Pero el tratamiento no dio resultado alguno. Las gentes huían atemorizadas a su paso; los niños lloraban al verle y los perros le acosaban ladrando. Solamente una mujer tuvo compasión de él y, merced a su dulzura y cariño, recobró cierta confianza en sí mismo. Contrajo matrimonio con ella y durante unos meses conoció algo parecido a la felicidad.

La historia de un hombre lobo español

Pero el verdadero drama sobrevino después del nacimiento de sus dos hijos, cuando comprobó que ambos habían heredado su terrible enfermedad.
Presa de la desesperación acudió entonces a visitar al profesor Félix Plater, de Basilea, uno de los mejores especialistas en Europa. Pero todo fue en vano.
Se convirtieron en esperpentos bufonescos. Fernando II, emperador de Alemania, ordenó incluso que los inmortalizaran en los lienzos que hoy, asombrados, pueden contemplar los turistas y que acompañan este texto y que perpetuaron para toda la eternidad su terrible infortunio.

jueves, 26 de enero de 2012

El maravilloso horrible mundo de las drogas

Dietilamida del ácido lisérgico es la designación científica de un preparado que, ocasionalmente, ha sido llamado la bomba de hidrógeno para los sentidos. Aun en cantidades mínimas tienen efectos extraordinarios en el hombre; una décima de miligramo basta para trastornar todas las dotes de percepción, aparentemente tan sólidas. Este preparado, conocido vulgarmente como LSD, estuvo durante los años sesenta y setenta del siglo pasado en las primeras páginas de los periódicos, y causó escándalos y catástrofes. Pero, ¿cuáles son los efectos mágicos de esta terrible droga?
Los científicos experimentaron en sí mismos e informaron: se eleva enormemente la sensibilidad de todos los sentidos. Los colores adquieren una increíble luminosidad. La música adopta formas ópticas. El cuerpo se hace tan pesado como el plomo, para volverse luego ligero y parecer flotar en el espacio. Se recuerda lo olvidado hacía tiempo. No se reconocen los objetos, las proporciones cambian en todos los sentidos, al igual que la rapidez con que transcurre el tiempo. Uno se percibe a sí mismo desde la lejanía. Los acontecimientos pueden ser celestialmente deleitosos, pero también demoníacamente horrendos.
Los elementos más importantes de esta droga semisintética crecen en el tallo de los cereales y proceden del cornezuelo de centeno, que en siglos pasados fue mezclado a menudo con la harina y causó peligrosos envenenamientos. El químico suizo Albert Hofmann ya descubrió la LSD en 1938, pero solamente cinco años después se dio cuenta del efecto fantasmagórico de la droga. Mientras se encontraba trabajando en el laboratorio con la LSD se sintió invadido por la excitación y el vértigo. Se marchó a casa, se tendió en la cama y cayó en un estado, no desagradable, similar al producido por los estupefacientes. Esta primera impresión fue confirmada por un autoexperimento posterior. Hofmann había descubierto un nuevo estupefaciente de un efecto psíquico insospechado que daba a la conciencia dimensiones completamente nuevas.
Ya en épocas anteriores se hicieron autoexperimentos con estupefacientes. En 1902 el norteamericano W. James escribía sobre sus experimentos con el gas hilarante que se empleaba sobre todo como anestésico: “Nuestra conciencia despierta normal, no obstante, es un tipo especial de conciencia, mientras que junto a ella se encuentran otras formas de conciencia, completamente diferentes y separadas solamente por un fino velo. Esta clase de fórmulas mágicas acompañan a la humanidad desde antiguo”.
Uno de los más antiguos elementos portadores de felicidad fue el jugo seco de la adormidera, el opio. No procede de China, como se cree, sino que se dio originalmente en Egipto, Grecia y Turquía. El opio hace aparecer ante el durmiente imágenes suntuosas, a menudo eróticas. La morfina está contenida en el opio. Esta actúa eliminando los dolores, pero como su descendiente artificial, la heroína, es un peligroso medio que produce hábito.
Las hojas secas del cáñamo son llamadas hashish en Persia y marihuana en algunos otros países. Con el mismo nombre se designan los verdaderos estupefacientes que se obtienen de la resina contenida en los capullos de las plantas femeninas del cáñamo. Tanto el hashish como la marihuana hunden a quienes lo fuman en una somnolencia llena de visiones de color, sones extraterrenales y amplios espacios sin límites. La cocaína, otro estupefaciente clásico, se obtiene de los arbustos de coca de Java, Sumatra y de los Andes sudamericanos. En su origen, sorbido como rapé y en pequeñas cantidades, vivificaba y daba más alegría en el trabajo.
El número de drogas anímicas ha aumentado enormemente, gracias sobre todo a la ayuda de la química moderna. Se han vuelto a descubrir antiguos estupefacientes vegetales, mientras se han desarrollado nuevas drogas en el laboratorio. Entre estas se encuentran también los llamados tranquilizantes y neurolépticos, con sus efectos tranquilizadores, relajadores y animadores. Estas drogas restablecen el equilibrio en caso de miedo a la gente, temor ante un examen, depresión, tristeza y cansancio por excesivo trabajo, sin disminuir por ello considerablemente la actividad cerebral.
¿Por qué misteriosos caminos consiguen sus efectos agradables, o también peligrosos, las numerosas drogas, estupefacientes y demás medios milagrosos? En primer lugar influyen sobre el complicado, sensible y decisivo centro de dirección del hombre: el cerebro. Las sustancias químicas contenidas en los estupefacientes y en los medicamentos no tienen necesariamente que ser llevadas directamente al centro cerebral. También se pueden dirigir por la sangre para llegar así a los nervios. Para la Medicina es importante saber qué clase de procesos químicos ocurren en determinadas enfermedades.
El estado que produce por ejemplo la LSD tiene cierta similitud con algunas enfermedades mentales. Es fácil pensar que, durante estas enfermedades, se desarrollan en el cerebro las mismas sustancias químicas que contiene la LSD. Una vez que se haya podido demostrar esto, se tendrá la posibilidad de desarrollar medios que contrarresten los efectos de estas sustancias enfermizas.
Muchos de los estupefacientes clásicos han proporcionado a la farmacología y a la medicina modernas valiosas sustancias para la fabricación artificial de medicamentos. Pero también son conocidos los peligros. El consumo frecuente, que primeramente despierta la sensación de ser interiormente libre e independiente, aumenta después la necesidad de repetir la experiencia en períodos cada vez más cortos y con cantidades mayores, hasta que se forma hábito, o sea hasta la dependencia completa de la que a menudo ya no se puede salir. El final puede ser el desmoronamiento mental y físico.
Los tranquilizantes sintéticos no causan otros efectos catastróficos. A pesar de todo, los médicos ven graves peligros en la utilización desconsiderada de estos medios. Corremos el riesgo de matarnos tranquilizándonos, llegó a decir un científico escéptico. Pero no es esto todo. Los posibles efectos nocivos adicionales de un producto pueden aparecer, bajo ciertas condiciones, mucho después de haberlo tomado. Hace poco se ha descubierto que cantidades muy pequeñas de numerosas drogas pueden dañar considerablemente los cromosomas, los portadores de los caracteres hereditarios. Así pues, no se sabe si los que no han nacido todavía tendrán que pagar el día de mañana los daños causados ayer por otros.

miércoles, 25 de enero de 2012

El loco de John Mytton

John MyttonLos invitados estaban ya reunidos para la cena cuando su anfitrión se presentó... ¡cabalgando sobre un oso! Y aunque estaban del todo acostumbrados a las excentricidades de este, el famoso John 'Mad Jack' Mytton, rico y noble propietario inglés de Shropshire, y apasionado cazador, no pudieron por menos que sorprenderse primero y asustarse después al ver que Mytton no solamente se acercaba al galope sobre tan peculiar montura sino que incluso se permitía el lujo de espolear su cabalgadura, la cual se revolvió y le mordió con rabia finalmente en la pierna... por otra parte, frecuente conclusión de todas sus bromas, el desastre.
En cierta ocasión condujo su calesa a toda velocidad contra una conejera para ver si el vehículo volcaba. Y así fue. En su constante deseo de aprender o experimentar o a saber qué, quiso demostrar que un caballo y un carruaje tirado por este no podían saltar sobre la barrera de peaje que cierra un camino. Estaba en lo cierto, no podía.
El deporte y la bebida -daba buena cuenta de ocho botellas de oporto al día y aproximadamente otras tantas de coñac-, eran sus dos pasiones dominantes. Salía a cazar con trajes de tela delgadísima e incluso sin ninguna ropa cuando más frío hacía.
Pero Mytton era admirado por su tremenda generosidad. Arrojaba fajos de billetes a sus amigos y criados, o bien tiraba el dinero en los setos. Su padre le había legado 60.000 libras en efectivo y una renta de unas 10.000 libras anuales, pero disipó toda su fortuna en menos de quince años. ¡Es asombroso que le durase tanto tiempo!
En 1834 falleció en la cárcel especial para deudores a la edad de treinta y siete años. Su cadáver fue llevado a la mansión de sus mayores, Halson Hall, en Shropshire, y allí, en presencia de tres mil amigos y compañeros de cacerías, se dio sepultura a este maravilloso excéntrico.

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