martes, 31 de enero de 2012

Tiahuanaco

Puerta del solA pocos kilómetros del lago Titicaca yacen las ruinas de la misteriosa y monumental ciudad de Tiahuanaco. Diríase que está en el fin del mundo. No se relaciona con nada. Sus caminos no van a ninguna parte. Nada tampoco llega a ella.
Ubicada en el altiplano boliviano a 20 kilómetros al sureste del lago Titicaca (correspondiente al Departamento de La Paz), la altiplanicie semeja el paisaje de otro planeta. Cualquier esfuerzo físico tortura al visitante. Allí, la presión atmosférica es cincuenta por ciento más baja que al nivel del mar. El aire contiene una proporción mínima de oxígeno. Es inverosímil que allí pudiera desarrollarse una ciclópea civilización.
Los geólogos aseguran que en una época antiquísima, en la época de la formación de la tierra, el continente súbitamente se elevó de las aguas y la cordillera de Los Andes se formó. Pero esto se refiere a la época en que todavía no existía el hombre. Por otra parte, algunos investigadores aseguran que Tiahuanaco nunca fue una ciudad de cordillera sino un puerto de mar. Existen allí restos de lo que pudo haber sido un gran muelle y que no conduce a ninguna parte. En épocas remotas pudo haber conducido al mar. El lago Titicaca no existiría (no sería lago sino prolongación del océano).
En este lugar existen rastros geológicos de una gran inundación, a pesar de su gran altura sobre el nivel del mar. Ocurrida hace ya cientos de miles de años, dejó su profunda huella no solamente en la memoria de los aterrados sobrevivientes sino también en el rostro mismo de la tierra. En efecto, sobre la cordillera de Los Andes, a casi cuatro mil metros de altura, se encuentra una línea de sedimentos marinos con una extensión aproximada de setecientos kilómetros de largo. Dicha línea no es quebrada sino continua, lo que deja suponer que se trata de una marca dejada por el antiguo nivel del mar. Y una de dos: o el mar llegaba a cuatro mil metros de altura, o la tierra estaba cuatro mil metros más abajo.

Detalle del Monolito Ponce

La estructura dominante del centro sagrado de Tiahuanaco era la Akapana, una pirámide truncada de más de unos diecisiete metros de altura, llamada "la montaña sagrada de Tiwanacu". La pirámide Akapana tenía siete niveles. El número siete aparece asociado con el "padre cielo", que equivale al uso de las coordenadas polar y ecuatorial, expresadas mediante referencia a las direcciones cardinales. El antiguo sistema aymará de orientación tenía siete direcciones, empleando cuatro direcciones cardinales junto con el centro y el nadir. La Akapana está orientada en las direcciones cardinales.
La misma idea encontramos en la relación entre el contiguo complejo de estructuras llamado el templo Semisubterráneo y el Kalasaya. Aparecen trazados a lo largo de un eje este-oeste, que habla de los puntos de salida y puesta del Sol en los equinoccios, cuando el Sol cruza el ecuador celeste. Las estrellas que van hacia arriba y hacia el oeste desde el templo Semisubterráneo hasta el nivel del suelo conducen directamente a una segunda escalera que se eleva en los recintos situados por encima de la planta baja del Kalasaya, donde la estatua monolítica de un dios (la llamada Estela Ponce) miraba hacia el este, de espaldas al templo Semisubterráneo.
Las dimensiones de los bloques de piedra con que se hicieron los edificios son colosales. Sobre ellos se grabaron signos que no existen en ninguna otra parte del planeta.
Una de las estatuas de Tiahuanaco, de una sola pieza, mide más de siete metros de altura y pesa más de diez toneladas. Por aquellos contornos hay docenas de estatuas monolíticas del mismo tipo, todas transportadas desde grandes distancias. (Para saber más, aquí.)

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