sábado, 8 de septiembre de 2012

Dragones

DragonesPara Occidente, el dragón, con cola erizada, cubierto de escamas y vomitando fuego, representa el mal. Pero, según la filosofía del lejano Oriente, los dragones eran seres bondadosos que, además, simbolizaban la lluvia, la niebla y el viento.
En Corea cada río y cada corriente tenían su dragón. En el centro y el norte de China los dragones eran dioses de la lluvia, que irrigaban los arrozales y formaban nubes con su aliento. En Liang dos de ellos lucharon en una laguna en el año 503 antes de J.C. y expelieron por sus fauces una espesa niebla que envolvía toda la comarca.
Desde los tiempos más remotos, inundaciones, tempestades y tormentas se han atribuido a dragones que pugnaban en los ríos o en los aires. Los bellos cantos rodados de ciertos arroyos de montaña se tenían por huevos de dragón, que, al ser heridos por el rayo, dejaban en libertad pequeños dragones que volaban hacia el cielo.
Los dragones provocaban torbellinos en la tierra y trombas de agua en el mar. Cuando salían de sus madrigueras humeantes y trepaban por el aire, al poner sus garras en las nubes, originaban la lluvia.
Los dragones chinos mostraban diferentes colores: el negro para la destrucción, era también propio del dragón del trueno de la familia imperial; el amarillo para la suerte, y el azul para anunciar el natalicio de un gran hombre. (La noche del nacimiento de Confucio aparecieron dos dragones cerúleos en casa de su madre).
Adoptaban sorprendentes metamorfosis. Podían brillar en la oscuridad y hacerse invisibles, reducirse al tamaño de una oruga y crecer hasta ocultar cielos y tierra. Dormían en el fondo del mar en palacios de perlas y hablaban con voces agradables como tintineos de dijes de cobre. Los huesos de dragón, uno de los fármacos más extendidos de la medicina tradicional china, eran casi seguramente fósiles de animales prehistóricos, y se guardaban en forma de grano o polvo.
Rivales de los héroes, en Occidente los dragones devoraban a los hombres y custodiaban tesoros en el fondo del mar o de la tierra. Volaban de noche, vomitando fuego o veneno, como anuncio de guerra u otras calamidades.
La leyenda del matador de dragones ofrece numerosas versiones, en general sangrientas. Acabar con un pérfido dragón era la hazaña que coronaba la carrera de casi todos los héroes antiguos: Sigfrido, Sigurd, Beowulf, San Jorge, San Miguel, Arturo, Tristán e incluso el pacífico Lanzarote.
Los episodios variaban. El herrero Juhn Smith de Deerhurst, en el condado de Gloucester (Gran Bretaña), dio leche a un voraz monstruo. Después de beber una inmensa cantidad se tumbó al sol con las escamas erizadas. Entonces el fornido herrero le cortó la cabeza. Otro héroe británico de Lyminster (Sussex) preparó para su enemigo un budín envenenado, tan enorme que tuvo que llevarlo en un carro. El dragón engulló de un bocado el budín, el carro y los caballos.
En la mayoría de los relatos, los dragones se alimentan de doncellas, pero Topsell, escritor de principios del siglo XVII, en su Historia de los cuadrúpedos, les atribuye una dieta más saludable: “Conservan la salud (como afirmaba Aristóteles) comiendo lechugas silvestres que les hacen vomitar cuando han tomado cualquier alimento nocivo. El peor de todos es la manzana porque sus estómagos propenden a llenarse de aire. Por ello jamás comen de este fruto sin ingerir primero lechugas silvestres”.
Aunque la mayoría de ellos eran espantables, parece que también existían dragones amigos. Plinio, escritor latino, habla de un hombre llamado Thoas de Arcadia a quien su fiel dragón salvó del ataque de unos bandidos.
Las leyendas sobre dragones se extienden por tantos países que uno se pregunta: ¿Quiénes eran? Las representaciones de los artistas se parecen extraordinariamente a las reconstrucciones científicas de los antiguos dinosaurios por lo que una conjetura verosímil podría ser: los dinosaurios desaparecieron de la Tierra hace sesenta y cinco millones de años y los antepasados directos del hombre no surgieron hasta hace dos millones y medio. Por lo tanto el hombre no ha sido testigo presencial de la época de los dinosaurios. Pudo, no obstante, crearse la leyenda cuando el hombre primitivo, al encontrar huesos fósiles de dinosaurios, sacó la conclusión de que pertenecían a animales gigantescos con aspecto de feroces lagartos. Es curioso pensar lo cerca que estaban de la verdad, en ese caso.

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