jueves, 14 de febrero de 2013

Tassili, cuando el Sahara era verde

Al exterior de las cuevas, los soldados aguardaban sentados a horcajadas sobre sus camellos, soportando entre sudores el ardiente sol del Sahara. Mientras tanto, en el interior, el teniente Charles Brenans, del ejército francés, que mandaba la patrulla, observaba asombrado centenares de expresivas pinturas, extendidas por las cálidas y secas paredes terrosas de las cuevas. En aquel día del año 1933 acababa de descubrir una galería de arte de 8.000 años de antigüedad. Era el testimonio de un pueblo, totalmente olvidado, que habitó el Sahara central, cubierto entonces no por arenas calcinadas sino por un verde y fértil manto.
Tassili-n-AjjerLas cuevas se encuentran en la solitaria meseta de Tassili-n-Ajjer, 1.300 kilómetros al sur de Argelia. Durante casi 7.000 años estuvieron habitadas por una serie de tribus que dejaron en sus muros representaciones de la vida familiar, de las jornadas de caza, de sus extrañas deidades, de elefantes, de rebaños de ganado y de ritos religiosos. Unos guerreros, con escudos redondos y lanzas, corren en las paredes de un lado a otro montados en cuadrigas. El aire seco del desierto permitió la conservación de vestigios de diversas épocas: cazadores desnudos con flechas y arcos; soldados de redondas cabezas que arrojan lanzas; pacíficos ganaderos con cascos y atuendos parecidos a los egipcios, que conducían reses de cuernos largos y curvos. Algunos de los animales representados se extinguieron hace mucho tiempo. Otros, como el hipopótamo, el rinoceronte, la jirafa y el avestruz, solamente se encuentran hoy en llanuras herbóreas situadas a más de 1.600 kilómetros en dirección sur.
Tassili-n-AjjerImpresionado por lo que había visto, el teniente Brenans dedicó la mayor parte del viaje a tomar apuntes de aquellas pinturas. El explorador y etnólogo francés Henri Lhote, movido por los apuntes de Brenans, organizó una expedición. Asistido por agencias científicas y gubernamentales francesas, reunió un buen número de dibujantes y fotógrafos para volver a la meseta de Tassili. Para 1957 los hombres de Lhote habían llevado a París 1.500 metros cuadrados de copias y fotografías.
Tassili-n-Ajjer Todavía se está descifrando el mensaje que guardan las imágenes. Las escenas más antiguas ofrecen unos cazadores de piel oscura, posiblemente de raza negroide, que hostigan jirafas, rinocerontes y elefantes con flechas y lanzas. También aparecen enormes figuras blancas, semihumanas, dioses quizá de las desconocidas tribus. Una de ellas, de seis metros de altura, es mitad hombre y mitad bestia, con cabeza como de tortuga y ojos en extraña posición, semejantes a los que aparecen en algunos cuadros de Picasso.
Las pinturas más recientes muestran figuras mucho más reales. Se observan claramente representadas piernas bien formadas y musculosas, cicatrices que adornan la piel desnuda, cinturones, aros para los tobillos, anillos y brazaletes. Hay escenas de banquetes, ceremonias nupciales, una mujer que arroja grano en la molienda, la construcción de una choza, una familia con su perro, unos niños dormidos bajo una piel de animal y otras imágenes domésticas.
Tassili-n-AjjerEntre los años 5000 y 4000 antes de J.C. parece ser que este pueblo fue sustituido paulatinamente por una raza más pálida, de piel cobriza. Estos nuevos inquilinos añadieron a la galería sus propios retratos, consistentes en nuevas escenas de caza que muestran ganado lanar de montaña, jirafas y antílopes.
Pinturas posteriores, pertenecientes al tercer milenio antes de Cristo, muestran soldados con túnicas de forma acampanada montados en cuadrigas. Se piensa que pudieran ser los «pueblo; del mar», mencionados en los antiguos escritos egipcios, que intentaron invadir Egipto desde Creta o Asia Menor. Es posible que vencidos por el faraón, los invasores se retiraran y establecieran sus hogares en las laberínticas cuevas de la meseta de Tassili.
Tassili-n-AjjerLlegó un tiempo en que los cursos de las aguas se secaron, la población de Tassili disminuyó notablemente y el arte de la caverna se hizo muy parco. Pero esta parquedad es más expresiva que muchos escritos. El camello sustituye al caballo en las paredes; pues éste no pudo soportar los rigores de la tierra calcinada por el sol. Y luego el silencio. El polvo del desierto invade las cuevas abandonadas y, durante miles de años, mientras en otras zonas del mundo surgen y se derrumban los imperios, las espléndidas pinturas de las razas extinguidas miran vacíamente desde las rocas calcinadas por el sol de Tassili. Hasta que un día, un joven soldado de una patria lejana, posa en ellas sus ojos.

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